Nadie puede negar que los avances tecnológicos le han brindado a la sociedad una gran cantidad de beneficios pero lo cierto es que en lo que refiere al ámbito de la traducción, muchas veces confiar ciegamente en las tecnologías puede llegar a ser un verdadero problema. Si bien utilizar los traductores facilitados por internet muchas veces es una solución rápida y gratuita para quienes necesitan comprender un mensaje en otro idioma, cuando se necesita de una traducción seria y fiel a la comunicación original estas inteligencias artificiales pueden llegar a generarnos varios problemas.

¿Por qué evitar los traductores automáticos?

 A la hora de trasladar un mensaje de un idioma a otro, sobre todo cuando se trata de asuntos delicados que requieren de especial atención, confiar en un profesional humano capacitado por encima de la tecnología debería ser una prioridad, sobre todo teniendo en cuenta los riesgos que vienen aparejados con el uso de los traductores automáticos que se ofrecen en internet.

¿Velocidad o precisión?

En términos de velocidad y precisión una persona siempre contará con una mayor cantidad de herramientas para ofrecer un resultado adecuado y fiel al mensaje original. Si bien puede que los traductores automáticos nos brinden resultados concretos en minutos, la calidad de los mismos será incomparable a la que se obtiene cuando se confía en un profesional.

Lo cierto es que no es posible programar una máquina para comprender la cultura, considerando cuán vastos son nuestros estilos de vida y todo lo que implica ser humanos. Cada cultura cuenta con características y elementos lingüísticos que la distinguen de las demás, y si bien los traductores automáticos son excelentes traduciendo de manera literal cualquier texto, son incapaces de interpretar lo que leen según el contexto. Las máquinas no pueden lidiar con las complejidades que conlleva la comprensión de jergas, modismos y léxicos particulares. 

Por otro lado, las personas tenemos la capacidad de adaptarnos a los cambios y de solucionar problemas cuando se presentan, buscando la mejor alternativa para la circunstancia concreta. Lo cierto es que los traductores automáticos no pueden lidiar con este tipo de cuestiones, y en caso de toparse con algo imposible de llevar a cabo según los criterios de la tecnología y de su algoritmo, no podrá resolverlo.  

Un traductor automático no puede entender la flexibilidad y la conexión que existe entre estilo y tono a la hora de trabajar con distintos textos, no contextualiza lo que procesa ni tampoco tiene la capacidad de entender las características particulares de cada mensaje. Estas son solo algunas cuestiones que hacen riesgoso el uso de este tipo de tecnologías cuando se requiere de una traducción de calidad para la ocasión.

Elegir a un traductor profesional implica tener a disposición a una persona con experiencia, aptitudes fundamentales para llevar adelante el trabajo y sobre todo con una serie de habilidades intrínsecamente humanas de las cuales las maquinas carecen.